BATALLA DE YARMUK (636)

Ejércitos Del Imperio Bizantino y Árabe.
Contendientes Teodoro y Abu Ubaidah bin Jarrah

Tras un largo asedio, los árabes tomaron la ciudad de Damasco (Siria). Heraclio empezó a darse cuenta de que había subestimado a este pueblo. Formó un ejército y lo envió a Siria bajo el mando de su hermano Teodoro, que recuperó la ciudad. Pero los árabes formaron un ejército mayor y volvieron a la carga en 636. Se libró una gran batalla junto al río Yarmuk, un afluente del Jordán, al sur del mar de Galilea. La pesada caballería imperial se enfrentó a la caballería ligera de los árabes. Por tres veces, los romanos rompieron las líneas enemigas, pero los árabes se dispersaban y se reunían ágilmente. Cuando los romanos quedaron agotados, llegaron por todas partes gritando sus llamamientos a Alá. El ejército imperial fue aniquilado.
Ahora estaba claro que los árabes constituían una seria amenaza. Mahoma había sembrado en ellos la idea de la guerra santa: todo musulmán que muriera defendiendo el Islam iría al séptimo cielo, la parte más selecta del paraíso. Los ejércitos musulmanes podían ser más toscos que los romanos y los persas, pero eran más numerosos y sus hombres desconocían el miedo a la muerte.
Cuando el ejército de campaña Bizantino formado por contingentes griegos, sirios, mesopotámicos y armenios, según la descripción que de la batalla nos hace el cronista árabe al-Baladhuri (siglo IX) se alineó frente a los musulmanes en Yarmuk el 20 de agosto de 636, no tenía enfrente una masa desordenada de fanatizados guerreros beduinos, sino organizada, al mando de oficiales y generales que pocos años antes habían combatido a su lado en tierras persas. Esta vez, la suerte les fue desfavorable a los bizantinos.
¿Qué es lo que sabemos de cierto sobre la batalla de Yarmuk? En realidad, poca cosa. Según la crónica de al-Baladhuri, el jefe de los Árabes aliados de Bizancio en Yarmuk era Jabalah ibn-al-Aiham al-Ghassani y el total de las tropas romanas ascendía a 200.000; por el contrario, en el lado musulmán, las tropas apenas sumaban 25.000 hombres comandados por Abu 'Ubaidah bin Jarrah. Los primeros compases de la batalla habrían sido favorables a los Romanos, pero las cosas cambiaron y la derrota imperial fue clamorosa; según esta crónica, en Yarmuk los Bizantinos habrían sufrido nada menos que 70.000 muertos.
Otra fuente árabe, Crónicas de los profetas y de los reyes, de Tabari (839-923), nos dice que los Musulmanes eran 36.000 bajo el mando del general Jalid, mientras que del lado Romano serían 250.000 hombres los desplegados por Heraclio. Pero nada más iniciada la batalla, hubo una deserción en el bando Bizantino:
«Dajaradja, general de Heraclio, salió de las filas y gritó: "¿Dónde está Jalid?". Y al verle preguntó: "¿En qué consiste vuestra religión?". Jalid le expuso los dogmas del Islam, después de lo cual Dajaradja se convirtió a la religión musulmana. Su deserción desmoralizó a los romanos. Jalid se abatió sobre ellos con todas sus tropas y los romanos, en vez de hacerles frente, iniciaron la huida. Los musulmanes los hicieron trizas (...). 120.000 enemigos encontraron la muerte. Los musulmanes tuvieron 3.000 muertos».
¿Cuántos hombres combatieron en Yarmuk, quiénes eran, como se desarrollo el combate? A la luz de lo que acabamos de decir, no tenemos respuestas determinantes. (según propone Walter E. Kaegi tales cifras solo podrían juntarse en momentos excepcionales como las campañas de Heraclio en Persia. por el lado musulmán La gran mayoría serían efectivos tribales, pero el núcleo lo formarían los árabes Gasánidas o quizás otros contingentes equipados y entrenados según su modelo.
Por supuesto, siempre es posible y legítimo sostener otras teorías diferentes de la aquí expuesta, e incluso remitirse a la tradicional narración de los hechos. La cuestión es si esas tradiciones o esas teorías alternativas explican de forma convincente y coherente lo ocurrido en los campos de batalla de Siria y Palestina en la década del 630 d.C. A los meros efectos de comparación, reproduzco a continuación unas líneas extraídas del volumen nº 18 (titulado Nacimiento y expansión del Islam) de la colección Historia de la Humanidad. La autora del texto es Paulina López Pita, profesora titular del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Ciencias Historiográficas de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED:
«También hay que tener en cuenta la superioridad militar de los invasores, que disfrutaban de gran movilidad merced a un armamento ligero formado por sables, arcos y lanzas, mientras sus enemigos se veían paralizados por pesados equipos. Además, su dominio de las rutas ancestrales les permitió colocar campamentos en lugares estratégicos. A sus éxitos también contribuyeron la capacidad directiva de algunos califas que contaron con jefes militares brillantes, así como el sentimiento religioso árabe»
¿Los bizantinos trastocados en pesados caballeros medievales que no conocían las virtudes de la infantería y caballería ligeras y del arco compuesto? Cuando menos, una afirmación discutible, a la luz de lo que sabemos sobre la organización y equipamiento de los ejércitos bizantinos en los siglos VI y VII.

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